jueves, 14 de febrero de 2013

El pianista periñaca...

Valora sobre todo el amor que recibes. Sobrevivirá mucho después de que hayan desaparecidos tus tesoros y tu salud.


Inauguramos el día de San Valentín  con un pequeño relato. Y si hoy no tienes nada que celebrar, haz precisamente eso, " Celebra que no tienes nada que celebrar ". 



Caía la tarde, el sol desaparecía lentamente acariciando las teclas del viejo piano.  Francisco se estaba tomando un respiro,  hasta sus nudillos empezaban a quejarse. Llevaba todo el día practicando, ni siquiera había parado para comer. Se preparaba para su primer concierto y los nervios se apoderaban lentamente de todo su ser.  Francisco no concebía la vida sin música, sin su piano, para él la música era más que un hobby. Todos los días practicaba una y otra vez hasta llegar a la perfección. No quería fallos, en su primer concierto no , pensaba una y otra vez. En el piso de arriba, Francisca, su novia, vivía también inmersa en su hobby, la lectura. Formaban el tándem perfecto. Ella leía tranquilamente mientras de fondo disfrutaba de las piezas de aquel piano.  Ella nunca protestaba ni por escuchar la misma melodía una y otra vez porque, sabía que para Francisco era sumamente importante aquel concierto. Era algo más que un simple concierto, era el concierto que marcaría el resto de sus vidas. Despendía de aquello para dar un paso adelante en el mundillo de la música. Sería la prueba final para una beca a Viena y seguir los pasos de su gran Schubert.  Nada le hacía más feliz. Sabía que Francisca lo acompañaría hasta el fin del mundo si fuera necesario, solo necesitaban un par de libros para el viaje y las ganas de empezar una nueva aventura. La aventura que cambiaría para siempre la historia de sus vidas.

Llegó la hora… el piano lucía magestuoso en aquel escenario, el público expectante esperaba impaciente la retirada del telón. Francisco no pudo resistir su curiosidad y apartó rápidamente un trocito de cortina para mirar el teatro. No se lo podía creer, lleno absoluto. Su cara se iluminó de alegría y a la vez de temor, no quería fallar, no podía fallar.
Francisca, se encontraba  tranquila, porque sabía que Francisco daría lo mejor de sí. Confiaba en su tesón, sabía que no defraudaría, sabía que él y su piano serían uno solo fundidos en el escenario.
El telón se abre de par en par,  una luz tenue se abre paso poco a poco para destacar a Francisco y aquel inmenso piano. La música tímidamente se apodera del silencio para dar paso a una melodía sublime. Ya está piensa Francisco, ya está, ahora solo tengo que dejarme llevar….

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