domingo, 22 de marzo de 2015

Una vida sin estacas....

“Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad…
condicionados por el recuerdo de «no puedo»…
Tu única manera de saber, es intentar de nuevo

poniendo en el intento todo tu corazón…”
Jorge Bucay

     Cuántas veces hemos oído "ésto no se puede hacer" y cuántas veces hemos dicho "no puedo" sin ni siquiera  intentarlo. Desde hace años aplico a mi vida el "yo puedo, yo quiero, yo debo" , y hoy me acordé de este cuento tan famoso de Jorge Bucay, titulado " El elefante encadenado", en el cual explica con total claridad el porqué actuamos de una determinada manera y cómo podemos cambiarlo.
De este elefante debemos recordar que todos llevamos inconscientemente cadenas de límites de distintos orígenes, las cuales nos limitan porque nos hemos acostumbrado a ellas, sin dar la posibilidad a mejorarlo porque nuestra confianza quebró en un momento determinado.
 
Te recomiendo que te tomes un pequeño paréntesis para reflexionar con esta historia de la cual tenemos mucho que aprender.

"El elefante encadenado" 

De pequeño me gustaba el circo. Me encantaban los espectáculos con animales y el animal que más me gustaba era el elefante. Me impresionaban sus enormes dimensiones y su fuerza descomunal. Después de la función, al salir de la carpa, me quedaba extrañado al ver el animal atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que le aprisionaba una de las patas. La cadena era gruesa, pero la estaca era un ridículo trozo de madera clavado a pocos centímetros de profundidad. Era evidente que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo también podía tirar de aquel minúsculo tronco y huir.
—¿Por qué no la arranca y se escapa? —pregunté a mis padres.
Me contestaron que era porque estaba amaestrado. La respuesta, sin embargo, no me satisfizo. «Si estaba amaestrado, ¿por qué lo tenían atado?». Pregunté a parientes y maestros y pasó mucho tiempo, mucho, hasta que alguien que resultó ser un sabio me dio una respuesta convincente: «El elefante del circo no se escapa porque está atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño ».
Entonces me imaginé el elefante recién nacido y atado a una estaca. Seguro que el animal tiró y tiró tratando de liberarse. Debía terminar el día agotado porque aquella estaca era más fuerte que él. Al día siguiente debía volver a probar con el mismo resultado y al tercer día igual. Y así hasta que un día terrible para el resto de su vida, el elefante aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Desde entonces, el elefante tenía grabado el recuerdo de su impotencia. Y lo que es peor, nunca más volvió a cuestionarse ese recuerdo y nunca más volvió a poner a prueba su fuerza.
A menudo a las personas nos pasa lo mismo. Vivimos encadenados a estacas que nos quitan libertad. Pensamos que «no podemos» hacer tal cosa o tal otra sencillamente porque un día, hace mucho tiempo, lo intentamos y no lo conseguimos. Entonces nos grabamos en la memoria este mensaje: «no puedo y no podré nunca». Esta creencia autoimpuesta nos ha limitado desde entonces y no la hemos cuestionado más. Seguramente ahora somos más fuertes y estamos más preparados, pero aquel recuerdo nos frena a la hora de intentar liberarnos.

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de esa estaca 

Cuando a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas , miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré...

Jorge Bucay. 

domingo, 15 de marzo de 2015

Las huellas del camino....

    


     
Hay huellas indelebles que permanecen por siempre en nuestro camino. Personas que aparecieron en un momento puntual para mostrarnos algo que debía ser descubierto, unas en forma de risa, otras en forma de llanto. Otras, se perdieron en algún recoveco de nuestra memoria y viven alojados en el cajón oscuro del olvido.
Unas huellas llegaron como un viento fresco de primavera, durando poco más que un verano. Y aquellas que perduraron, aguantaron los fríos inviernos. Algunas huellas tienen nombre propio, otras en cambio, llegaron de la mano de un extraño que aunque fugaz fue su estancia, perenne fue su enseñanza.
 Cuando le pidas algo a la vida, pide más vida y tiempo para perderte, para poder apreciar las huellas que el tiempo no te dejó acariciar.
Y de vez en cuando, tómate un tiempo para apreciar las huellas que caminan contigo, que te han hecho mejor persona, que te abrieron los ojos, aquellas que te mostraron el camino que desconocías hacia un destino lleno de color. De vez en cuando, mira hacia atrás y recuerda que eres lo que eres porque esas huellas se cruzaron en tu camino. Yo tengo algunas que me acompañan como tatuajes impregnados en mi piel. Pero mis huellas, son distintas a las tuyas porque aunque vaguemos por el mismo camino, nuestra meta es diferente. Exprime tus huellas, sin olvidar quién eres, por dónde caminas y acaricia cada instante que la vida te ofrezca... Al fin y al cabo, nada nos llevaremos cuando llegue nuestra hora, tan solo quedaran las huellas del ahora...

domingo, 1 de marzo de 2015

El extraño de nuestras vidas....


    Había una vez una niña que vivía en un mundo en blanco y negro, creyendo además que era invisible. A su paso dejaba un rastro de color que iluminaba con su sonrisa, pero ella no lo sabía. Al pasar por un lugar, su presencia siempre era notable, pero nunca nadie le dijo nada; tan solo la miraban asombrados y perplejos ante semejante espectáculo de vida y color. Por más negro que ella viera su mundo, nunca perdía su sonrisa. Hasta que un día, decidió echarle valor  para averiguar si de verdad era invisible. Así que, a la primera persona que pasó por su lado le preguntó : - Hola, ¿ me ves ? - Fueron las únicas palabras que se atrevieron a salir de su boca. - El extraño le contestó - Claro pequeña, tu sonrisa es inconfundible. - La pequeña sonrió timidamente. Entonces, aquel extraño sacó un pequeño objeto de su bolsillo y se lo regaló a la pequeña. - La pequeña no sabía muy bien qué era aquello, extrañada lo cogió entre sus manitas y lo observó durante un largo rato. El extraño, antes de marcharse le dijo unas palabras que la niña nunca olvidaría.- Es un espejo, para que puedas ver lo que los demás ven en tí y  para que te mires cuantas veces necesites y  que nunca olvides que sin esa sonrisa el mundo sería un lugar muy aburrido. No es tan malo ser única y diferente si es así como te sientes. 

Aquel extraño pareció adivinar cómo se sentía tan solo mirándola a los ojos. Fue la verdad más sincera que nunca nadie antes se había atrevido a decirle.
Fue entonces cuando la niña comprendió que tal vez aquel extraño tenía razón y que a veces debemos mirarnos un poquito al espejo para recordar lo que a veces olvidamos, para recordar quiénes somos. Pues los extraños, sin saberlo, nos hacen regalos de esos que nunca olvidamos. 

Y en esta vida, una vez serás la niña y otras el extraño que regales la esperanza a alguien. Porque la vida nos pone a veces en el lugar de los demás, para que podamos entender mejor qué hemos  venido a hacer aquí....